El regreso de los superhéroes: La Era Marvel

Tras la Segunda Guerra Mundial, la Golden Age de los superhéroes no tardó muchos años en extinguirse. A fines de los cuarenta y en los cincuenta se habían impuesto el terror y el crimen como géneros favoritos de los lectores, y estos habían entrado en crisis debido a la creación de la Comics Code Authority.

En ese nuevo escenario en el que los niveles de violencia y truculencia en los argumentos debían rebajarse al mínimo, los superhéroes volvieron a ser una opción viable para National, la futura DC Comics. Sus principales personajes, Batman, Wonder Woman y Superman, se habían mantenido en el mercado, aunque con unas ventas muy inferiores a las de los buenos tiempos. Ahora sólo era cuestión de crear nuevos personajes y remozar los antiguos, para intentar un nuevo asalto al mercado. Bajo la batuta de los editores Mort Weisinger y Julius Schwartz, una generación de excelentes artistas, entre los que estaban Mike Sekowsky, Gil Kane, Joe Kubert o Curt Swan, redefinieron y actualizaron el concepto de superhéroe con gran éxito. Weisinger fue el responsable de la renovación de Superman, que pasaba ahora a vivir historias “imaginarias”, en las que cualquier locura era posible, y añadió nuevos elementos que hoy asociamos con Superman, como la kryptonita o la Fortaleza de la Soledad. Curt Swan fue el dibujante que a comienzos de los sesenta le dio al héroe por antonomasia su aspecto definitivo, el que años más tarde cristalizaría en la gran pantalla encarnado por Christopher Reeve.

Julius Schwartz hizo lo mismo con Batman, bien acompañado por Carmine Infantino en el dibujo. Ambos devolvieron al veterano hombre murciélago cierto tono oscuro, alejado de las aventuras infantiles y fantásticas de estilo casi cartoon que estaba viviendo en sus series.

Durante estos años, además, se crean algunos de los superhéroes más conocidos de National/DC. Es el caso de los nuevos Flash y Green Lantern, actualizaciones de los de la Golden Age, o The Atom, Aquaman, el Detective Marciano y Hawkman. Fue en un número de 1961 del nuevo Flash cuando el guionista Gardner Fox y el dibujante Carmine Infantino conectaron la Golden y la Silver Age –pues así se llamó a esta nueva ola– estableciendo que, en realidad, había dos mundos paralelos en los que existían, respectivamente, los viejos y los nuevos héroes. Esto abrió la puerta a todo un universo de posibilidades narrativas y cruces entre mundos que la editorial aprovechará abundantemente.

Nos queda por mencionar otro de los grandes aciertos de National: la creación en 1960 de Justice League of America (La Liga de la Justicia de América), una serie en la que sus principales personajes formaban un equipo para enfrentarse a amenazas que les sobrepasaban por separado. Al principio ni Superman ni Batman estaban en el grupo, pero los responsables de National los incorporaron enseguida, en vista del éxito que tuvo entre los chavales el concepto de supergrupo.

El regreso triunfal de los superhéroes y el éxito de National no le pasaron desapercibidos a Martin Goodman, propietario de Atlas, antigua Timely, la editorial que publicó durante los años cuarenta los cómics del Capitán América. Durante la década de los cincuenta, Goodman había encontrado una fórmula exitosa basada en cómics como Tales of Suspense o Strange Tales, revistas que a la manera de E.C. Comics contenían breves historietas de fantasía, terror o intriga, siempre adaptadas a las exigencias de la Comics Code Authority. Pero las cosas estaban cambiando, esos géneros perdían el favor del público a pasos agigantados y Atlas se encontraba en una situación económica muy delicada. Goodman se fijó entonces en que National estaba obteniendo bastante éxito con su línea de superhéroes, y se dispuso a replicarla. Así, pidió a su hombre de confianza y editor Stanley Lieber que creara una serie de un grupo de superhéroes. Y el resto es historia. La editorial cambió su nombre al de Marvel Comics y empezaba así una nueva época dorada para los superhéroes.

Stanley Lieber, más conocido como Stan Lee, llevaba un par de décadas trabajando en la editorial de Goodman como editor y guionista, y contaba con su total confianza. Entre 1961 y 1964 creó, junto con una impresionante plantilla de dibujantes, algunos de los iconos pop más importantes de nuestro tiempo. Las aportaciones de este grupo de profesionales al género de los superhéroes y al comicbook en general fueron importantísimas. Consiguieron mostrar a los superhéroes como seres humanos imperfectos, con dudas y problemas cotidianos: “superhéroes con superproblemas”. Un superhéroe podía enfermar, tener dificultades para pagar el alquiler, y podía equivocarse y ser derrotado en ocasiones por algún enemigo. Además, en su faceta de editor, Lee introdujo otra novedad: un trato más cercano con el lector a través de secciones de correo y otros textos que aparecían en los comic-books. Los resultados no pudieron ser mejores. Las ventas se dispararon, el número de colecciones se multiplicó y la mayoría de los personajes creados en estos años se convirtieron en ídolos de los lectores.

Hubo y hay bastante controversia en torno al verdadero papel que desempeñaron Lee y cada uno de los dibujantes que participaron en estos primeros años de Marvel. Las declaraciones del guionista han sido con frecuencia contradictorias, y rara vez han coincidido con las de los dibujantes que han declarado algo al respecto. Hoy está claro que autores como Jack Kirby o Steve Ditko participaron en la creación de personajes y elaboración de argumentos mucho más de lo que se ha querido reconocer, y esto a pesar de que Lee haya pasado a la historia como el cerebro creador de los principales superhéroes de la editorial. Es famosa la anécdota que contaba John Romita, al que durante su trabajo con Spider-Man, Stan Lee entregó un papel garabateado con el supuesto argumento del siguiente número: “En este número Spider-Man combate al Rino». El Rino era un personaje inexistente, que el propio Romita tuvo que crear de la nada.

Fantastic Four (Los Cuatro Fantásticos) fue la primera serie en aparecer, en 1961, con guion de Stan Lee y dibujos de Jack Kirby, el veterano dibujante que había cocreado al Capitán América décadas antes. Cuatro amigos realizan un viaje clandestino al espacio exterior, donde reciben el impacto de unos “rayos cósmicos” que, a su regreso a la Tierra, descubren que les han dotado de superpoderes. Reed Richards, brillante genio científico y líder del equipo, adquiere el poder de estirarse como si estuviera hecho de goma y se convierte en Míster Fantástico; su novia, Susan Storm, en la Chica Invisible; el hermano de esta, el impetuoso Johnny Storm, será la Antorcha Humana –inspirado en la antigua Antorcha Humana de los años cuarenta–; el mejor amigo de Richards, Ben Grimm, sería el peor parado, al transformarse en la monstruosa Cosa. La novedad en esta serie estuvo en la manera en la que Lee y Kirby introdujeron el elemento humano: los miembros de los Cuatro Fantásticos discutían frecuentemente entre sí, especialmente la Antorcha y la Cosa. Este, además, estaba atormentado por su aspecto, y Míster Fantástico lo estaba a su vez porque se culpaba de la tragedia de su amigo. Y así hasta el infinito. Ese drama fue una de las claves del éxito, pero otra fueron los villanos: especialmente Namor, el príncipe de Atlantis que décadas antes luchara contra los nazis en los tebeos de Atlas, y el Doctor Muerte, otro genio de la ciencia antagonista de Richards. Kirby y Lee permanecieron durante algo más de un centenar de números, en los que la serie basculó entre la aventura superheroica y la ciencia ficción más clásica, con visitas a otras dimensiones, paraísos perdidos en la selva y expediciones al espacio. 

Más tarde, ya en 1962, el éxito de Fantastic Four propició la aparición de nuevas colecciones. Una de ellas fue The Incredible Hulk (El increíble Hulk), que contaba cómo un apocado científico nuclear, Bruce Banner, al salvar la vida a un joven imprudente que había entrado en la zona donde se experimentaba con rayos gamma, se transformaba en Hulk, el coloso gris. Sí, no es una errata: en su primera aventura, el color de Hulk era gris, aunque las limitaciones técnicas del coloreado de la época forzaron a cambiar su color al verde que todos conocemos. Hulk, conocido en España durante mucho tiempo como La Masa, actualizaba el clásico de Robert L. Stevenson El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde. Banner se convertía en Hulk cuando se alteraba o enfadaba por cualquier motivo, y se veía obligado a huir del ejército estadounidense y luchar al mismo tiempo contra sus enemigos. A pesar de que su primera serie duró tan sólo seis números, Hulk siguió apareciendo en otras cabeceras de la editorial, y con el tiempo recuperaría su serie y se convertiría en uno de los personajes más populares de Marvel, especialmente gracias a la serie televisiva que en los años setenta protagonizaron Bill Bixby y Lou Ferrigno. 

Ese mismo año hizo aparición otro de los personajes más carismáticos de la editorial y sin duda el más conocido: el asombroso Spider-Man. Cocreado por Stan Lee y Steve Ditko, el nuevo superhéroe rompía todos los cánones del género. Peter Parker era un adolescente que aún iba al instituto, un empollón sin éxito con las chicas y acosado por los típicos matones. Era huérfano, pero vivía con sus ancianos tíos, que lo idolatraban. Lee decidió probar suerte con el personaje en Amazing Fantasy, una de las viejas series de ciencia ficción que Marvel estaba ya dejando de publicar para centrarse en los superhéroes. Goodman dio carta blanca a Lee, dado que poco se jugaba. En unas pocas páginas se forjaba el mito: el joven Parker era mordido por una araña radioactiva durante una demostración científica, lo que le confirió sus poderes: fuerza y agilidad arácnidas, la facultad de pegarse a las paredes, y un sentido arácnido que le avisaba del peligro. Parker, un genio en ciencias, completó sus poderes con unos lanzarredes mecánicos que disparaban su fluido arácnido, una sustancia viscosa parecida a las telarañas. Tras confeccionarse su famoso traje azul y rojo, se dispuso a dejar de ser un don nadie y conseguir dinero y fama gracias a sus poderes. Todo parecía irle bien, pero, en un acto de egoísmo y soberbia, rehúsa detener a un ladrón a la fuga… para descubrir, al llegar a casa, que ese mismo ladrón había llegado a ella en su huida y matado a su tío Ben. Las aventuras de Spider-Man continuaron en su propia serie, The Amazing Spider-Man, donde Ditko y Lee desarrollaron historias con tintes en ocasiones casi paródicos, en las que el joven superhéroe se enfrentaba a nuevos villanos como el Buitre, el Doctor Octopus y el Duende Verde, mientras se esforzaba en estudiar, conseguir dinero vendiendo fotos de sí mismo en acción al huraño J. Jonah Jameson, director del Daily Bugle, y velar por la frágil salud de su tía May, que desconocía la doble vida de su sobrino. Spider-Man era un héroe diferente al resto, humano y falible. Se resfriaba, tenía dificultades para llegar a fin de mes, aparecía siempre tarde en las citas... Con el tiempo, Ditko abandonó la serie por sus desavenencias con Lee, y lo sustituyó John Romita. Peter Parker dejó el instituto para ingresar en la universidad, rompió con su primera novia, se mudó a un piso de soltero, dejó de ser el flacucho apocado blanco de las burlas de los deportistas y se convirtió en un joven bien parecido plenamente integrado, al que, sin embargo, su identidad secreta siempre jugaba malas pasadas. Spider-Man ha tenido innumerables series propias desde entonces, así como varias series de animación, una de imagen real, y varias adaptaciones cinematográficas que han disparado su popularidad en todo el mundo. 

A finales de 1963, Goodman pide a Stan Lee que idee una nueva serie protagonizada por un supergrupo, y este crea, junto con Jack Kirby de nuevo, The Avengers (Los Vengadores). En su primer número, vemos como Hulk se une a Thor, Iron Man, el Hombre Hormiga y la Avispa para hacer frente a la amenaza de Loki, el malvado hermanastro de Thor. Pasada la crisis, los héroes deciden permanecer juntos para luchar contra las amenazas que no podían vencer por separado. En su cuarto número, un nuevo héroe se les unirá: nada menos que el Capitán América, el viejo personaje de Timely, que era encontrado por el resto de los Vengadores atrapado en un enorme bloque de hielo en medio del océano. Tras él, un sinfín de personajes iría desfilando por The Avengers, ya que el cambio constante en la alineación del grupo se convertirá en su marca distintiva.



Fuente:
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 117 – 130.

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