Mostrando las entradas con la etiqueta Historieta. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Historieta. Mostrar todas las entradas

El cómic latinoamericano de posguerra

En los países del área Hispanoamericana se asentaban las diferentes tradiciones historietísticas. A partir de los años cuarenta aparecen o se consolidan poderosos imperios editoriales que sitúan en los quioscos de sus respectivos países una enorme cantidad de títulos. Vamos a repasar algunos de ellos.

El tebeo de posguerra en España

Mientras tanto, en España, una vez superadas las dificultades provocadas por la Guerra Civil, el tebeo vivió una época de esplendor, aunque alejada del glamour del mercado franco-belga. Con Bruguera convertida en un gigante editorial –no sólo de tebeos, sino también de literatura popular–, el TBO de nuevo en marcha desde 1941, la Editorial Valenciana como alternativa más fuerte al imperio Bruguera y varias editoriales más pequeñas imitando su modelo y pugnando por hacerse un hueco, se abre un panorama de bonanza que se explica por varios factores. Primero, por la necesidad de la sociedad española de un entretenimiento evasivo y sumamente barato en una época sin televisión, que llevará a vender centenares de miles de revistas cada mes. Y segundo, por la increíble eficacia de los mecanismos industriales que se pusieron en funcionamiento: Bruguera se convirtió en una máquina de facturar revistas, que contaba con una inmensa plantilla de dibujantes y escritores mal pagados. No se respetaban los derechos de autor y las páginas de los dibujantes, una vez entregadas, eran modificadas, recortadas y reutilizadas las veces que hiciera falta, sin que, por supuesto, se les volviera a remunerar por ello. Así se consolidaron dos tradiciones diferentes pero paralelas, vinculadas cada una a sendos formatos: la revista de humor y el cuadernillo de aventuras.

Las grandes series de aventuras en la prensa

Prince Valiant (Príncipe Valiente) es una de las obras cumbre de la historieta, y se la debemos al trabajo y talento de Harold R. Foster. Durante los años veinte, Foster se dedicaba al dibujo publicitario y se consideraba a sí mismo un ilustrador. Sentía que dibujar historietas habría sido prostituir su sensibilidad artística. Sin embargo, la crisis del 29 no le dejó más remedio que dibujar tiras de prensa y, de paso, abrir un nuevo camino en el cómic. Hasta ahora el dibujo había sido siempre caricaturesco, y las temáticas, fantásticas, humorísticas o costumbristas. Pero Foster dibujó la primera tira de aventuras de la historia: Tarzán de los monos. Dibujó las peripecias del personaje de Burroughs entre 1931 y 1937, pero con guiones de otros. Como no se sintió nunca satisfecho con el resultado, el siguiente paso fue crear su propia serie: Príncipe Valiente.

Los primeros pasos de la historieta en español

La historieta en los países del ámbito latinoamericano echa a andar de una manera pareja a la de Estados Unidos o España: en el ámbito de la prensa de fin del siglo XIX. Pronto esas primeras historietas de corte crítico y político saltan a las páginas de revistas infantiles y juveniles, que en algunos casos alcanzarán una tremenda popularidad.

Tintin, el primer gran personaje franco – belga

En los años treinta, mientras el mundo se intentaba recuperar del crack del 29, y en Estados Unidos nacía el comic-book y la historieta de prensa crecía a pasos agigantados, en Europa lo que triunfaba eran las revistas de cómic para niños. En el mercado franco-belga, que es en el que nos vamos a centrar aquí, había muchas de ellas que publicaban material estadounidense, tanto de strips de aventuras como de los personajes de Disney. Pero también empezaron a aparecer revistas con material autóctono, como Le Journal de Spirou (1938). En ellas se publicaban por entregas diferentes series que, posteriormente, si habían tenido éxito entre los lectores eran recopiladas en álbumes. Este sistema de publicación, que se convirtió en el predominante en el mercado franco-belga hasta fechas muy recientes, será el que permita el desarrollo de una de las tres industrias más potentes del mundo, basada tanto en sus autores como en sus icónicos personajes.

Hacia el cómic moderno. El manga japonés

Mientras el cómic nacía y crecía en Estados Unidos, ¿Qué pasaba en Japón? A nadie se le escapa que hoy supone el mayor mercado del cómic mundial. El nombre que allí recibe la historieta, manga, significa “dibujo involuntario” o “dibujo grotesco” y fue acuñado por el pintor Katsushika Hokusai en 1814 cuando editó su Hokusai Manga, una colección de dibujos satíricos. Pero el manga, en realidad, tiene dos orígenes. Uno interno: la cultura japonesa tiene una tradición pictórica y visual de profundas raíces. Ya en el siglo XI existían los chôjûgiga, imágenes humorísticas con animales que, vistas hoy, nos resultan sorprendentemente modernas.

Krazy Kat y su legado

George Herriman era un nativo de Nueva Orleans que se mudó a Nueva York y que con tan sólo veinte años, en 1900, ya publicó sus primeros dibujos. Pero su mayor aportación a la historia del cómic, y una obra maestra indiscutible, no llegó hasta 1913: Krazy Kat. Publicada hasta 1944, Krazy Kat estaba ambientada en el Coconino County, un universo desértico con sus propias leyes físicas, en el que se repite con infinitas iteraciones el mismo tema: el ratón Ignatz le asesta un ladrillazo a Krazy, una gata –o gato; nunca queda del todo claro– enamorada de él, y el oficial Pup lo detiene y encierra en la cárcel. La serie no tiene continuidad ni coherencia, y se basa en el puro surrealismo, en el humor y en la poesía visual que Herriman es capaz de transmitir. Krazy Kat es imaginación, improvisación y delirio. Hay quien la ha comparado con el jazz, y no le falta razón. Herriman retuerce las leyes del dibujo en ingeniosas piruetas metalingüísticas, al tiempo que desarrolla una lengua propia, en la que mezcla yiddish, español, francés e inglés, de la que resulta un galimatías de juegos de palabras con base fonética: puro dadaísmo que lamentablemente es imposible traducir conservando su esencia a otros idiomas. Krazy Kat fue durante tres décadas la obra más experimental y original del cómic estadounidense, y su influencia puede rastrearse en los creadores más vanguardistas del medio, como es el caso de Jim Woodring, y fue también una referencia cultural de primer orden, admirada por muchos de los artistas más relevantes del siglo, como Picasso, rendido admirador de Herriman.

Hogan’s Alley y su legado

El éxito y la increíble creatividad de Hogan’s Alley no pasan desapercibidos, y darán lugar a una época en la que dibujantes de increíble talento, gracias a la demanda de historietas por parte de la prensa de todo el país, crearán obras caracterizadas por una gran libertad formal. El cómic, un recién nacido, no tenía aún reglas establecidas ni convención alguna; se van creando, en realidad, durante estos primeros años. Estos autores, que enseguida vamos a repasar, experimentaron con las posibilidades del medio, y fijaron sus recursos y elementos más característicos, desde el bocadillo a la onomatopeya, o incluso el orden de lectura del texto y las viñetas. Fue un campo de pruebas fresco y excitante, que atraerá a artistas de todas las disciplinas por sus posibilidades inexploradas. El propio Outcault con Buster Brown, Frederik B. Opper y su Alphonse and Gaston, el extrañísimo pero magistral Gustave Verbeek con The Upside-Downs of Little Lady Lovekins and Oldman Muffaroo –una historieta que se leía al derecho y al revés, girando la página–, el Bringing Up Father de George McManus y su afilada crítica social de las clases acomodadas y los nuevos ricos, James Swinnerton y su Little Jimmy… sería imposible acercarnos a todos los grandes creadores que dan forma al cómic durante las dos primeras décadas del siglo XX. Pero hay cinco nombres imprescindibles para la historia del tebeo, cuya importancia obliga a detenernos.

El cómic llega a la prensa

En efecto, el cómic, ese arte que apareció casi en la bisagra de los dos siglos, nace en la prensa y crecerá en ella durante varias décadas antes de saltar a otros soportes. Conviene que vayamos diciendo que en el cómic el soporte es más que eso: determina en buena medida el tipo de historia y las formas narrativas con que puede contarse. Estos primeros años de vida vinculados estrechamente a la prensa son, por tanto, esenciales, y además nos darán la medida de hasta qué punto el cómic pudo llegar a ser relevante socialmente.

El cómic como medio de comunicación de masas. Antecedentes y pioneros

 Caricaturas y grabados.

Prácticamente desde que el ser humano tuvo la capacidad de abstracción necesaria para hacerlo, ha contado historias empleando imágenes. Por eso podemos decir que de algún modo la narrativa gráfica ha existido desde siempre, y la historia universal del arte da buena cuenta de ello, desde las pinturas rupestres de Altamira a los cantares de ciego. Sin embargo, el cómic es un medio relativamente nuevo, porque nace vinculado a la posibilidad de reproducirlo, rasgo que establece la diferencia entre obras como las cantigas de Santa María –frecuentemente mencionadas como antecedente del cómic– y la historieta: frente a la obra de arte única e irreproducible, el cómic es un objeto industrial, es decir, que se reproduce masivamente mediante medios mecánicos.

El cómic

Cómic, historieta o tebeo: lo llamemos como lo llamemos, es un medio de comunicación de masas conocido y producido en todo el mundo. Durante décadas, fue considerado un entretenimiento meramente infantil, pero hoy es un arte que ha alcanzado su madurez, y que sirve de plataforma para contar cualquier historia. El cómic puede ser fantástico o realista, humorístico o dramático, clásico o experimental, de aventuras o autobiográfico. Puede ser subversivo, propagandístico, educativo, conservador, underground, provocador o inofensivo. Puede estar protagonizado por superhéroes, por animales antropomórficos, por bárbaros, monstruos o robots, por personajes reales o inventados, por personas corrientes o por sus propios autores. Surge de la unión de la palabra y el dibujo para convertirse en algo totalmente diferente, en un campo de pruebas libre donde, en su corta historia, hay mucho que contar.

Breve historia de Garfield

El 19 de junio de 1978, nació la historieta cómica Garfield, creada por el dibujante estadunidense Jim Davis y protagonizada por el gato Garfield, el perro Odie y a su dueño, Jon Arbuckle (Jhon Bonachón en algunos doblajes latinoamericanos).

Restauración del sistema operativo

Es posible que el sistema operativo funcione lentamente a pesar de haber realizado acciones para mejorar su rendimiento. Para solucionar est...