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El cómic de autor italiano

Ese nuevo cómic para lectores más adultos que empezaba a germinar en el mercado francés con las obras de Los Humanoides Asociados y en Estados Unidos con el underground tendrá también su réplica en otros países, de la mano de autores que crean y conciben su obra desde presupuestos artísticos y comerciales diferentes a los que imperaban hasta entonces. El mercado más importante fue Italia, donde ya hemos visto que existía una sólida tradición de fumetti para niños y jóvenes. En 1965, Giovanni Gandini fundó la revista Linus, una cabecera que daba la réplica a las revistas francesas en un país en el que el formato más popular era el cuadernillo. En Linus se publicaron historietas de prensa estadounidenses, estudios teóricos sobre el cómic –por ejemplo, alguno a cargo de Umberto Eco– y obras de autores italianos, como las adaptaciones literarias de Dino Battaglia. La importancia histórica de algunos de ellos merece que nos detengamos en sus carreras con calma.

La BD de aventuras

En 1959 nace la revista Pilote, hito fundamental en la BD. Hasta ese momento, la historieta franco-belga se dirigía a un público casi exclusivamente infantil, y el código que regía sus contenidos desde 1949, similar al de la Comics Code estadounidense, no parecía que fuera a permitir que eso cambiase. Sin embargo, Pilote dio un paso adelante ofreciendo series que, si bien iban dirigidas principalmente a un público juvenil –que no infantil–, en un momento dado podían ser disfrutadas por adultos. En anteriores entradas se ha comentado de las series humorísticas que se publicaron en Pilote, sobre todo Astérix el galo, que debutó ahí, y otras que se trasladarían a ella posteriormente, como Lucky Luke y Aquiles Talón, pero ahora toca hablar de la verdadera revolución que Pilote supuso para el cómic de aventuras, que abandona la caricatura y los argumentos infantiles para entrar en una nueva época.

Oesterheld: El genio argentino

En la década de los cincuenta irrumpió en Argentina la figura de Héctor Germán Oesterheld. De ascendencia alemana, el joven Oesterheld devoró durante su juventud todos los clásicos de la literatura de aventuras y ciencia ficción, géneros a los que dedicaría su carrera como escritor literario y guionista de cómics. Publicó sus primeras obras en los cuarenta, y en los primeros cincuenta trabajó con Hugo Pratt, otro gran autor. Son cómics juveniles, no muy diferentes al resto de los que se publicaban en la época. Pero en 1957 todo va a cambiar. Oesterheld funda junto con su hermano la revista Hora Cero, dedicada a la ciencia ficción, y comienza en sus páginas a serializar su obra más importante: El Eternauta. La serie, que cuenta con los dibujos de Francisco Solano López y se completa en dos años, arranca con el propio Oesterheld recibiendo la visita en su estudio de un viajero temporal, Juan Salvo, que le relata la invasión alienígena que el mundo iba a sufrir sólo unos pocos años después, y que empieza con una nevada letal en las calles de Buenos Aires. La serie entronca con la tradición literaria de la ciencia ficción más comprometida y crítica con su tiempo, y la dimensión humana que Oesterheld sabe darle con sus personajes y sus dilemas morales apenas tenía igual en la historieta de los años cincuenta. Quizás por situarse la acción en la propia Argentina, El Eternauta tuvo un impacto increíble en su momento, y se convirtió en la serie más importante del cómic argentino.

El reinado del crimen y el terror

Tras la Segunda Guerra Mundial, los superhéroes se encontraban en obvia decadencia. Ya fuera porque los lectores del género habían crecido y demandaban otro tipo de cómics o porque la nueva situación sociopolítica no les era propicia, los héroes uniformados se habían reducido a su mínima expresión, aunque aún sobrevivieran los más populares, como Superman o Batman. Pero el formato que los había visto nacer, el comic-book, ya no moriría. Las diferentes editoriales llenaron los quioscos de nuevas publicaciones de los más diversos géneros: romántico, western, policíaco, bélico, de terror, ciencia ficción… Es uno de los momentos en los que más variedad temática ha podido encontrarse en el mercado estadounidense.

Las grandes series de aventuras en la prensa

Prince Valiant (Príncipe Valiente) es una de las obras cumbre de la historieta, y se la debemos al trabajo y talento de Harold R. Foster. Durante los años veinte, Foster se dedicaba al dibujo publicitario y se consideraba a sí mismo un ilustrador. Sentía que dibujar historietas habría sido prostituir su sensibilidad artística. Sin embargo, la crisis del 29 no le dejó más remedio que dibujar tiras de prensa y, de paso, abrir un nuevo camino en el cómic. Hasta ahora el dibujo había sido siempre caricaturesco, y las temáticas, fantásticas, humorísticas o costumbristas. Pero Foster dibujó la primera tira de aventuras de la historia: Tarzán de los monos. Dibujó las peripecias del personaje de Burroughs entre 1931 y 1937, pero con guiones de otros. Como no se sintió nunca satisfecho con el resultado, el siguiente paso fue crear su propia serie: Príncipe Valiente.

El nacimiento del cómic estadounidense. Superhéroes

Malcolm Wheeler-Nicholson fue uno de los primeros editores que en 1934 se sumó al carro de los comic-books. Tras unirse a Jack S. Liebowitz fundó Detective Comics. O lo que es lo mismo: la futura DC Comics. Era 1937. El asunto acabó muy mal para Wheeler-Nicholson: traicionado por sus socios y obligado a ceder sus creaciones y apartarse del mundo del cómic para volver a su trabajo anterior como escritor profesional en revistas pulp. Pero la semilla de lo que estaba por venir ya estaba plantada, aunque él jamás se beneficiaría de sus frutos.

Hacia el cómic moderno. El nacimiento del cómic estadounidense

Toca ver qué estaba pasando en Estados Unidos mientras el manga daba sus primeros pasos. En las primeras décadas del siglo XX, el hábitat natural de la historieta era el periódico, ya fuera como tira diaria o como página a todo color en los suplementos dominicales. Pero en los años treinta iba a surgir un nuevo formato para la industria del tebeo: el comic-book.

Krazy Kat y su legado

George Herriman era un nativo de Nueva Orleans que se mudó a Nueva York y que con tan sólo veinte años, en 1900, ya publicó sus primeros dibujos. Pero su mayor aportación a la historia del cómic, y una obra maestra indiscutible, no llegó hasta 1913: Krazy Kat. Publicada hasta 1944, Krazy Kat estaba ambientada en el Coconino County, un universo desértico con sus propias leyes físicas, en el que se repite con infinitas iteraciones el mismo tema: el ratón Ignatz le asesta un ladrillazo a Krazy, una gata –o gato; nunca queda del todo claro– enamorada de él, y el oficial Pup lo detiene y encierra en la cárcel. La serie no tiene continuidad ni coherencia, y se basa en el puro surrealismo, en el humor y en la poesía visual que Herriman es capaz de transmitir. Krazy Kat es imaginación, improvisación y delirio. Hay quien la ha comparado con el jazz, y no le falta razón. Herriman retuerce las leyes del dibujo en ingeniosas piruetas metalingüísticas, al tiempo que desarrolla una lengua propia, en la que mezcla yiddish, español, francés e inglés, de la que resulta un galimatías de juegos de palabras con base fonética: puro dadaísmo que lamentablemente es imposible traducir conservando su esencia a otros idiomas. Krazy Kat fue durante tres décadas la obra más experimental y original del cómic estadounidense, y su influencia puede rastrearse en los creadores más vanguardistas del medio, como es el caso de Jim Woodring, y fue también una referencia cultural de primer orden, admirada por muchos de los artistas más relevantes del siglo, como Picasso, rendido admirador de Herriman.

Hogan’s Alley y su legado

El éxito y la increíble creatividad de Hogan’s Alley no pasan desapercibidos, y darán lugar a una época en la que dibujantes de increíble talento, gracias a la demanda de historietas por parte de la prensa de todo el país, crearán obras caracterizadas por una gran libertad formal. El cómic, un recién nacido, no tenía aún reglas establecidas ni convención alguna; se van creando, en realidad, durante estos primeros años. Estos autores, que enseguida vamos a repasar, experimentaron con las posibilidades del medio, y fijaron sus recursos y elementos más característicos, desde el bocadillo a la onomatopeya, o incluso el orden de lectura del texto y las viñetas. Fue un campo de pruebas fresco y excitante, que atraerá a artistas de todas las disciplinas por sus posibilidades inexploradas. El propio Outcault con Buster Brown, Frederik B. Opper y su Alphonse and Gaston, el extrañísimo pero magistral Gustave Verbeek con The Upside-Downs of Little Lady Lovekins and Oldman Muffaroo –una historieta que se leía al derecho y al revés, girando la página–, el Bringing Up Father de George McManus y su afilada crítica social de las clases acomodadas y los nuevos ricos, James Swinnerton y su Little Jimmy… sería imposible acercarnos a todos los grandes creadores que dan forma al cómic durante las dos primeras décadas del siglo XX. Pero hay cinco nombres imprescindibles para la historia del tebeo, cuya importancia obliga a detenernos.

El cómic llega a la prensa

En efecto, el cómic, ese arte que apareció casi en la bisagra de los dos siglos, nace en la prensa y crecerá en ella durante varias décadas antes de saltar a otros soportes. Conviene que vayamos diciendo que en el cómic el soporte es más que eso: determina en buena medida el tipo de historia y las formas narrativas con que puede contarse. Estos primeros años de vida vinculados estrechamente a la prensa son, por tanto, esenciales, y además nos darán la medida de hasta qué punto el cómic pudo llegar a ser relevante socialmente.

El cómic como medio de comunicación de masas. Antecedentes y pioneros

 Caricaturas y grabados.

Prácticamente desde que el ser humano tuvo la capacidad de abstracción necesaria para hacerlo, ha contado historias empleando imágenes. Por eso podemos decir que de algún modo la narrativa gráfica ha existido desde siempre, y la historia universal del arte da buena cuenta de ello, desde las pinturas rupestres de Altamira a los cantares de ciego. Sin embargo, el cómic es un medio relativamente nuevo, porque nace vinculado a la posibilidad de reproducirlo, rasgo que establece la diferencia entre obras como las cantigas de Santa María –frecuentemente mencionadas como antecedente del cómic– y la historieta: frente a la obra de arte única e irreproducible, el cómic es un objeto industrial, es decir, que se reproduce masivamente mediante medios mecánicos.

El cómic

Cómic, historieta o tebeo: lo llamemos como lo llamemos, es un medio de comunicación de masas conocido y producido en todo el mundo. Durante décadas, fue considerado un entretenimiento meramente infantil, pero hoy es un arte que ha alcanzado su madurez, y que sirve de plataforma para contar cualquier historia. El cómic puede ser fantástico o realista, humorístico o dramático, clásico o experimental, de aventuras o autobiográfico. Puede ser subversivo, propagandístico, educativo, conservador, underground, provocador o inofensivo. Puede estar protagonizado por superhéroes, por animales antropomórficos, por bárbaros, monstruos o robots, por personajes reales o inventados, por personas corrientes o por sus propios autores. Surge de la unión de la palabra y el dibujo para convertirse en algo totalmente diferente, en un campo de pruebas libre donde, en su corta historia, hay mucho que contar.

Cómic manga

Dream Kiss.

De la autoría de Kazumi Ohya, es un manga protagonizado por Azuki Yamagishi, una estudiante de 15 años que tiene la suerte de que su padre sea el presidente de una productora encargada de buscar nuevos talentos y lanzarlos al mercado de la música y el espectáculo.

Cómic hispano

Hechos, dichos, ocurrencias y andanzas de Bardín el Superrealista. 

Creado por Max (Francesc Capdevila), se trata de un personaje cabezudo que recorre mundos oníricos con su chaqueta azul, nació en la revista ‘La más bella’ aunque se consolidó en la revista ‘Nosotros Somos Los Muertos’, codirigida por el propio dibujante y apareció por primera vez en formato libro – cómic en el año 2000 autoeditado por Max.

Cómic americano

Sin City.

De la autoría de Frank Miller, es una serie negra donde se engloban historias independientes que tiene lugar en Basin City, una ciudad también conocida como Ciudad del Pecado debido a su corrupción generalizada.

Breve historia del cómic

Se considera que Estados Unidos es la cuna del cómic, ya que ahí comenzó su publicación en los periódicos. La causa principal fue la puja por la conquista de nuevos lectores para los diarios de prensa. Se ha querido asociar el origen del cómic contemporáneo con la aparición del “Yellow Kid” de Richard Fenton Outcault (1863 – 1928) para el diario “World” de Nueva York, siendo “Yellow Kid” el primer personaje con el que se crean historietas continuadas.

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