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La primera BD adulta

Aunque Pilote había sido la vanguardia durante los años sesenta, en la década siguiente, por pura lógica cultural, se acabó convirtiendo en la publicación canónica del mercado francés. Era el momento de un nuevo paso, y este lo daría el colectivo Les Humanoïdes Associés (Los Humanoides Asociados), constituido en 1974 por gente como Jean Pierre Dionnet, Bernard Farkas, Philippe Druillet o Jean Giraud. Al año siguiente lanza una revista que se convertirá en mítica: Metal Hurlant. Entre sus objetivos están romper con las encorsetadas reglas de la BD clásica destinada a los niños y lanzarse a la experimentación gráfica sin cortapisas editoriales, aunque, lejos de romper con el mercado, se integre en él con total naturalidad. Metal Hurlant se llena así de excesos y audacias de todo tipo, y desarrolla dos géneros hasta entonces marginales en el cómic francés: la ciencia ficción y la fantasía. La cabecera está dirigida a un público joven, pero ya adulto, por lo que no hay tantos límites de censura. Hay en muchos autores de la revista, además, cierto discurso político, intenciones ideológicas implícitas que, a través de las parábolas en clave fantástica, reproducen los discursos del no tan lejano mayo del 68.

Hogan’s Alley y su legado

El éxito y la increíble creatividad de Hogan’s Alley no pasan desapercibidos, y darán lugar a una época en la que dibujantes de increíble talento, gracias a la demanda de historietas por parte de la prensa de todo el país, crearán obras caracterizadas por una gran libertad formal. El cómic, un recién nacido, no tenía aún reglas establecidas ni convención alguna; se van creando, en realidad, durante estos primeros años. Estos autores, que enseguida vamos a repasar, experimentaron con las posibilidades del medio, y fijaron sus recursos y elementos más característicos, desde el bocadillo a la onomatopeya, o incluso el orden de lectura del texto y las viñetas. Fue un campo de pruebas fresco y excitante, que atraerá a artistas de todas las disciplinas por sus posibilidades inexploradas. El propio Outcault con Buster Brown, Frederik B. Opper y su Alphonse and Gaston, el extrañísimo pero magistral Gustave Verbeek con The Upside-Downs of Little Lady Lovekins and Oldman Muffaroo –una historieta que se leía al derecho y al revés, girando la página–, el Bringing Up Father de George McManus y su afilada crítica social de las clases acomodadas y los nuevos ricos, James Swinnerton y su Little Jimmy… sería imposible acercarnos a todos los grandes creadores que dan forma al cómic durante las dos primeras décadas del siglo XX. Pero hay cinco nombres imprescindibles para la historia del tebeo, cuya importancia obliga a detenernos.

Restauración del sistema operativo

Es posible que el sistema operativo funcione lentamente a pesar de haber realizado acciones para mejorar su rendimiento. Para solucionar est...