Tras la caída de las revistas de historieta adulta en los noventa, el mercado entró en una etapa dominada por el manga y los superhéroes estadounidenses. Muchos de los mejores autores de la década anterior se dedicaron a la ilustración, la pintura o el diseño, o emigraron a otros países. Hay, por supuesto, algunas excepciones. Cels Piñol y su humorístico universo Fanhunter fue uno de los pocos fenómenos de ventas de la década. Max y Pere Joan lucharon contra la realidad del mercado lanzando una revista de cómic de autor, Nosotros Somos Los Muertos, donde publicaron a interesantes dibujantes españoles y extranjeros. Fueron los primeros, por ejemplo, en publicar en castellano a David B. o Chris Ware. Autores independientes como Juan Berrio, Fermín Solís, Javier Olivares o Sonia