Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas con la etiqueta Cómic underground

La novela gráfica estadounidense

El cómic estadounidense es la mejor muestra de la confluencia de generaciones. Ahí tenemos al maestro del underground, Robert Crumb, a quien tras años de carrera a sus espaldas no se le ocurre otra cosa que adaptar el Génesis bíblico en una extraordinaria novela gráfica que publicó en 2009, en un solo volumen y sin serialización previa, pues los días de las revistas parecen haber terminado, salvo contadas excepciones. Eddie Campbell, afincado en Australia, prosigue con su obra autobiográfica monumental, que alterna con proyectos más breves. Los hermanos Hernandez, Daniel Clowes, Charles Burns, Seth o Chester Brown siguen siendo los nombres más respetados del cómic adulto estadounidense, han publicado en los últimos años algunas de sus mejores obras. También es el caso de Chris Ware, buscador incansable de nuevos caminos, convertido en el faro de su generación. Su ansia experimentadora se explica mejor que de cualquier otra forma diciendo que su última creación es Building Stories (Fabr...

La edad de oro de las revistas de cómic en España

Durante la primera mitad de los ochenta se prolongó en España el boom del cómic adulto gracias a diversas revistas de historieta que focalizaron la actividad de los autores españoles, al mismo tiempo que publicaban a algunos de los mejores extranjeros. Tal fue el caso de Creepy, que traía a España la obra de Richard Corben, o de Cimoc, que publicaba a Moebius, Druillet o Bourgeon. Rambla fue un proyecto impulsado por autores de la generación de los setenta, los Carlos Giménez, Alfonso Font o Josep María Beá que buscaron continuar sus proyectos personales con total libertad creativa. Por su parte, el tebeo infantil seguía casi monopolizado por Bruguera, que vivía de las rentas de las toneladas de material que sus mejores autores habían realizado. Sin embargo, la empresa atravesó por dificultades económicas severas, al tiempo que las ventas descendían y con ellas el número de cabeceras en el mercado. En 1986, Bruguera cerró sus puertas, en medio de una intensa polémica por los despidos e...

Géneros clásicos, miradas alternativas

Tras la estela del underground, pero también del Love and Rockets de los hermanos Hernández, durante finales de los setenta y los ochenta surgió en Estados Unidos toda una corriente de autores independientes que no estaban reaccionando contra los géneros establecidos en el cómic comercial. No rechazan toda la tradición previa del comic-book sino que parten de ella en menor o mayor medida. Pero la gran industria no tiene espacio aún para ellos y sus propuestas o, simplemente, prefieren trabajar en sus propios personajes y controlar los derechos de autor de los mismos, algo inconcebible en aquel momento en DC o Marvel.

Los primeros autores alternativos

Tras la debacle del underground, podría cometerse el error de pensar que el cómic estadounidense se vio reducido, de nuevo, a su vertiente más comercial. Pero, en realidad, el underground había plantado una semilla que no tardó en germinar. A partir de finales de los setenta, siguiendo su ejemplo, comenzaron a surgir multitud de autores que vieron en la autoedición una vía válida para dibujar cómics al margen de las exigencias o la censura de la industria. Amparados y protegidos por nuevas editoriales, como la Fantagraphics de Kim Thompson y Gary Groth –conocidos por ser también los editores de The Comic Journal, una de las mejores revistas estadounidenses sobre cómics–, o First Comics, estos autores van a configurar lo que se ha llamado cómic independiente o alternativo. Estos jóvenes adoptaron el formato del comic-book en blanco y negro, por supuesto por una cuestión económica y de distribución, pero también porque, simplemente, así había sido todo el cómic que ellos habían conocido.

El cómic underground

Durante los años sesenta, la sociedad occidental comenzó a experimentar grandes cambios. Los hijos del baby boom posterior a la Segunda Guerra Mundial empezaban a rechazar los valores de sus padres. Fue una época de incertidumbres, de crisis, de pesimismo. ¿Cómo confiar en un sistema de valores que había llevado al mundo a un conflicto de escala global dos veces, uno que ahora se enzarzaba en un sistema bipolar dominado por la paranoia atómica? El mundo de la cultura se contagiaba de esta duda constante, del escepticismo como norma y el distanciamiento de las clasificaciones tradicionales. Es el posmodernismo: la cultura popular aparece en las universidades, recibe toda la atención que antes se le negaba y se aúpa a la misma altura que la cultura oficial.