Rudolph Dirks recibió el encargo por parte de William R. Hearst de realizar una versión de la tira de Busch, Max und Moritz. El resultado, The Katzenjammer Kids, cuenta las trastadas que los hermanos Hans y Moritz les hacen a su madre y a Der Captain, un personaje que Dirks introducirá en la serie tras un parón motivado por la guerra de Cuba. The Katzenjammer Kids se convertirá en un gran éxito, tal vez no a la altura de lo que supuso Hogan’s Alley, pero aun así reseñable. Cuando Dirks se tomó un año sabático, Hearst ofreció la serie a Harold H. Knerr, un dibujante que obtuvo tales resultados que, a la vuelta de Dirks, seguirá al frente de la página dominical en detrimento de su creador. Ahí entra en escena Pulitzer, que, ansioso por devolverle la jugada a su gran rival, contrató a Dirks en 1914 para que continuase con su trabajo, aunque, lógicamente, bajo otro nombre: Hans und Frizt. Ambos cómics convivirán, aunque con cambios en sus títulos –durante la Primera Guerra Mundial, para disimular los orígenes alemanes de los protagonistas–, hasta que la segunda versión finalice en 1979. La tira original, la que heredó Knerr, sigue produciéndose hoy en día en manos de otros dibujantes.
Winsor
McCay fue uno de los artistas más importantes de comienzos del siglo XX.
Cultivó la ilustración, fue pionero del cine de animación con cortometrajes
como Gertie the Dinosaur y creó varias series de cómic para diferentes
periódicos. McCay se lanzó a la experimentación sin prejuicios, e hizo avanzar
el lenguaje del cómic a una velocidad de vértigo en pocos años. Dio forma a muchos
recursos narrativos y estéticos que hoy siguen siendo parte del cómic,
desarrolló el metalenguaje del mismo, dibujando historietas en las que los elementos
narrativos –marcos de viñeta, bocadillos– podían interactuar con los
personajes, o rompiendo la cuarta pared. Primero con Little Sammy Sneeze (El
estornudo del pequeño Sammy) o Dream of the Rarebit Fiend, y pronto con su
mejor creación y por la que se le recordará
siempre: Little Nemo in Slumberland (El pequeño Nemo en el país de los sueños).
Aparecida entre 1905 y 1914 y en una etapa posterior entre 1924 y 1926, la obra
magna de McCay es sin duda la primera gran obra maestra de la historia del
cómic. Cada página era un derroche de imaginación y talento, que aprovechaba
los viajes nocturnos del protagonista, Nemo, al país del rey Morfeo para crear planchas
llenas de belleza y magia, que incluso vistas hoy, un siglo después de su
creación, asombran por su increíble calidad y su estética vanguardista. Fue
también en esta serie donde McCay se lanzó definitivamente al experimento,
consiguiendo efectos y desarrollando herramientas que serán una poderosa
influencia en muchos dibujantes posteriores.
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 20 – 23.
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