Las grandes series de aventuras en la prensa

Prince Valiant (Príncipe Valiente) es una de las obras cumbre de la historieta, y se la debemos al trabajo y talento de Harold R. Foster. Durante los años veinte, Foster se dedicaba al dibujo publicitario y se consideraba a sí mismo un ilustrador. Sentía que dibujar historietas habría sido prostituir su sensibilidad artística. Sin embargo, la crisis del 29 no le dejó más remedio que dibujar tiras de prensa y, de paso, abrir un nuevo camino en el cómic. Hasta ahora el dibujo había sido siempre caricaturesco, y las temáticas, fantásticas, humorísticas o costumbristas. Pero Foster dibujó la primera tira de aventuras de la historia: Tarzán de los monos. Dibujó las peripecias del personaje de Burroughs entre 1931 y 1937, pero con guiones de otros. Como no se sintió nunca satisfecho con el resultado, el siguiente paso fue crear su propia serie: Príncipe Valiente.

Se convirtió en la obra de su vida, en todos los sentidos. Foster creó una saga monumental, en la que volcó su forma de ver el mundo. Estaba compuesta únicamente de páginas dominicales a color, sin tiras diarias. Foster dio con la clave para encandilar al público: ilustraciones detalladísimas, estética que recordaba a los románticos y los prerrafaelitas, un cuidado por la figura humana meticuloso, y ausencia de bocadillos, de manera que toda la historia se contaba sólo con dibujos y textos de apoyo. Partiendo de las leyendas artúricas, cuenta la historia del príncipe Valiente, heredero del trono de Thule, que se ve obligado a exiliarse y se convierte en espectador, con el paso de los años, de los principales acontecimientos de la Europa medieval. Como en Gasoline Alley, en Príncipe Valiente el tiempo transcurría casi al mismo ritmo que en el mundo real. Es un cómic que nos habla del paso del tiempo, a través de personajes complejos, humanos, que respiraban de verdad dibujados por la pluma de Foster, que estaban muy lejos de los héroes perfectos de los tebeos y del pulp. Valiente podía equivocarse, dejarse llevar por la ira, y fallar a sus seres queridos. Lo veremos hacerse un hombre, perder a su primer amor, conocer a su mujer Aleta, tener hijos, moderar su ímpetu juvenil para convertirse en un ingenioso diplomático maduro y dejar, poco a poco, que su hijo Arn se fuera haciendo con el protagonismo. 

Durante los treinta y cuatro años que Foster dibujó la serie, esta no faltó ni una sola semana a su cita. Se dice que dedicaba cincuenta horas a la semana a cada página. En 1971 contrató a John Cullen Murphy para acabar sus bocetos, aunque siguió guionizando hasta 1980, sólo dos años antes de morir, con noventa años. La página sigue publicándose hoy en día en manos de otros autores. 

El otro gran dibujante realista de tiras de prensa fue Alex Raymond. Comenzó a trabajar con la King Features Syndicate en un momento, 1934, en el que el emporio editorial buscaba competir con las tiras de cómic existentes en el mercado. El dibujante se encargó de tres series: Secret Agent X-9 (Agente secreto X-9), que le daba la réplica a Dick Tracy, la exitosa tira de Chester Gould, Jim of the Jungle (Jim de la jungla), émulo de Tarzan, y la más famosa de las tres: Flash Gordon. 

Flash Gordon surge con la idea de competir con Buck Rogers en el campo de la ciencia ficción, aunque, en realidad, el serial es más bien una fantasía posromántica en la que brilla el dibujo cuidado de Raymond, que cuenta las aventuras de Flash Gordon, Dale Arden y el Dr. Zarkov, tres terrestres que llegan por accidente al planeta Mongo, gobernado por el tirano Ming el Cruel. La variedad de escenarios le permite a Raymond lucirse al relatar la saga de sus héroes, enfrentados a Ming y a otros enemigos para liberar Mongo. El autor abandona la serie en febrero de 1944 para alistarse en el ejército y marcharse al frente europeo. Unos años más tarde, Flash Gordon reverdecerá laureles en las manos de otro gran artista, Dan Barry, que la dotó de un tono mucho más cercano a la verdadera ciencia ficción en su larguísima estancia en el título. 

Alex Raymond, por su parte, cuando regresó del frente creó Rip Kirby (1946) junto con su editor, Ward Greene, una tira diaria en blanco y negro sobre un detective privado. Con un estilo más sencillo y funcional, sin el deseo de lucirse que tenía en Flash Gordon, consigue su serie más interesante y dinámica. El prematuro fallecimiento de Raymond en 1956 en accidente de coche, mientras probaba el deportivo de su amigo Stan Drake, dibujante de otra tira, Juliet Jones, obligó a que la serie la continuara John Prentice. 

Nos queda por presentar a un tercero en este podio de maestros de la tira de prensa, que no tiene, en realidad, nada que envidiar a Foster o a Raymond: Milton Canniff. Canniff quizás no tenía un estilo de dibujo tan vistoso, pero estaba mucho más interesado en la narración, en los mecanismos del cómic por encima de la pericia ilustrativa. Por ello tuvo más influencia en el medio y en los autores que vinieron después. Su serie más importante fue Terry and the pirates (Terry y los piratas), que debutó en 1934 y contaba las aventuras del joven Terry y su mentor, Pat Ryan, en sus viajes por todo el globo. La serie alcanza sus cotas más altas durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Canniff, patriota convencido, lleve a sus personajes al frente y apoye a las tropas estadounidenses con un célebre discurso que incluso llegó a leerse en el Congreso. 

En 1946 abandona la tira para iniciar una serie cuyos derechos le pertenecieran completamente: Steve Canyon. Su protagonista era una suerte de aventurero que, como los personajes de Terry and the pirates, recorría el mundo viviendo aventuras. Canniff realizó la tira hasta su muerte en 1988. 

Bastante alejado del estilo de estos tres autores, queda acercarnos a un dibujante singular y de difícil clasificación: Chester Gould. Nacido en 1900, en cuanto termina sus estudios empieza a dedicarse a las tiras de prensa diarias de la mano de William Randolph Hearst, y en 1931 inicia la tira que lo hará mundialmente famoso: Dick Tracy. Es la primera tira policíaca, y una de las más originales, por su humor, y por sus tramas llenas de imaginación. Sus villanos de peculiares diseños son la mejor prueba de su estilo único y atemporal, que hacen que, leídas hoy, sus tiras conserven toda su vigencia. Dick Tracy se ha publicado en muchos idiomas, y ha dado lugar a una serie de animación y a una película de imagen real. 



Fuente:
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 56 – 63.

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