Tintin, el primer gran personaje franco – belga

En los años treinta, mientras el mundo se intentaba recuperar del crack del 29, y en Estados Unidos nacía el comic-book y la historieta de prensa crecía a pasos agigantados, en Europa lo que triunfaba eran las revistas de cómic para niños. En el mercado franco-belga, que es en el que nos vamos a centrar aquí, había muchas de ellas que publicaban material estadounidense, tanto de strips de aventuras como de los personajes de Disney. Pero también empezaron a aparecer revistas con material autóctono, como Le Journal de Spirou (1938). En ellas se publicaban por entregas diferentes series que, posteriormente, si habían tenido éxito entre los lectores eran recopiladas en álbumes. Este sistema de publicación, que se convirtió en el predominante en el mercado franco-belga hasta fechas muy recientes, será el que permita el desarrollo de una de las tres industrias más potentes del mundo, basada tanto en sus autores como en sus icónicos personajes.

Y si hablamos de autores y personajes, ningunos más influyentes que el belga Georges Prosper Remi, más conocido como Hergé, y su Tintin. Aparecido en 1929 en las páginas de Le Petit Vingitème, Tintin es uno de los primeros y más importantes personajes recurrentes del cómic franco-belga. Hergé lo concibe como un adolescente periodista de carácter abierto y valiente, que recorre el mundo viviendo aventuras en compañía de un plantel de secundarios que se ha hecho universalmente conocido: el perro Milú, el gruñón capitán Haddock o el despistado profesor Tornasol. Los inicios de la serie, cuyo nombre completo era Les Aventures de Tintin et Milou (Las aventuras de Tintin y Milú), están marcados por los medios donde aparece –esencialmente católicos y conservadores– y por la ideología de juventud de Hergé, al que incluso se le llegó a acusar de simpatizante de los nazis durante la ocupación de Francia debido a que trabajó en Le Soir, un medio filonazi, dibujando a Tintin. La primera aventura del personaje, Tintin en el país de los Soviets (1930), fue encargo del director de Le Petit Vingitème, el fascista Norbert Wallez, con el objeto de aleccionar a los niños sobre las maldades del comunismo. La segunda aventura, Tintin en el Congo (1931), tiene un contenido abiertamente colonialista y racista, que, si bien hay que entender en la época en la que se dibujó, aún en 2011 motivó una denuncia por parte de un ciudadano belga que buscaba su retirada del mercado, sin éxito.

Pero aunque sus inicios fueron controvertidos, tras la Segunda Guerra Mundial Hergé modera su ideología y comienza a dar una visión del mundo más abierta, tolerante y humanista a lo largo de los veinticuatro álbumes de Tintin, que le llevan a visitar diferentes partes del mundo, e incluso la Luna. Con su estilo de dibujo inicialmente inspirado en el estadounidense George McManus marcaría a varias generaciones de dibujantes y daría comienzo a la corriente estilística conocida posteriormente como línea clara, basada en la claridad del contorno de las figuras, la depuración de cualquier elemento accesorio y la inclusión de personajes caricaturescos en entornos realistas. Hasta su muerte en 1983 Hergé, ayudado por su estudio, cultivó la aventura en su estado más puro, combinada con ocasionales elementos fantásticos, un humor blanco para todos los públicos y el interés por mostrar otras culturas y documentar ambientes lejanos, en álbumes como Las joyas de la Castafiore o Vuelo 714 para Sídney. Al mismo tiempo con Tintin estaba creando una de las marcas comerciales más lucrativas del cómic mundial. Hoy, además de numerosas ediciones de sus álbumes en varios idiomas puede encontrarse todo tipo de merchandising de sus personajes, y miles de coleccionistas y expertos tintinólogos siguen manteniendo vivo a Tintin. En 2011, Steven Spielberg produjo una película de animación en 3D sobre el personaje. 

La estela iniciada por Hergé, la recorrerán muchos autores, como fue el caso de su más directo y célebre seguidor, Edgard P. Jacobs, creador de Blake et Mortimer (Blake y Mortimer), que aparece por primera vez en 1950, o el Alix de Jacques Martin. 


Fuente:
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 48 – 50.

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