Will Eisner y Charles M. Schulz: Dos genios singulares

En pleno auge del comic-book, en Estados Unidos la tira de prensa y su versión de gala, la página dominical, no es que perdieran terreno, pero sí dejaron de aparecer tantas nuevas series como en las primeras décadas del siglo. Una de las más rompedoras fue The Spirit, creada por Will Eisner y producida por él mismo y un nutrido equipo de colaboradores. The Spirit nace en 1940 como rara avis del sector, ya que era un cuadernillo de dieciséis páginas que se insertaba en los periódicos que contrataban la serie. Contaba las aventuras de Denny Colt, un detective enmascarado que se enfrenta al crimen en las calles de Central City, entre rocambolescos villanos y mujeres fatales. El cuidado y elegante dibujo de Eisner se vio acompañado de todo tipo de revolucionarios experimentos con el lenguaje del cómic, especialmente en lo que respecta a la composición de las páginas y las técnicas narrativas. La mezcla de géneros y la influencia literaria –incluso con adaptaciones de clásicos en algunos episodios– también fueron marca de fábrica de un serial que se convirtió en referencia para toda la profesión y por cuyas páginas pasaron algunos de los más grandes dibujantes del momento, como Jack Cole o Wally Wood. Durante los sesenta, The Spirit resucitó como revista y comic-book, animado Eisner por el espíritu del underground, que lo reivindicó como uno de los grandes maestros del medio. En 2008, el también historietista Frank Miller realizó una adaptación al cine que se alejaba bastante del espíritu de la serie original.

El otro cómic de prensa surgido tras el boom inicial del que tenemos que hablar es Peanuts, creación de Charles M. Schulz que debuta en 1950, conocida en España por el nombre de su protagonista, Charlie Brown, o su traslación al castellano, Carlitos. Schulz tenía un estilo de dibujo sencillo, alejado de los sofisticados experimentos formales de otros autores, y basaba la tira en las conversaciones y reflexiones del niño Charlie Brown y su pandilla, cuyo humor tenía un calado intelectual y cierto tono poético que la convirtieron en algo único. Bajo una apariencia infantil se escondía un auténtico tratado sobre el ser humano, que Schulz desarrolló durante cincuenta años, sin faltar un solo día a su cita con los miles de periódicos que publicaron la serie, en más de cuarenta idiomas, convirtiendo al inseguro Charlie Brown, su perro Snoopy o sus amigos Linus y Lucy en iconos mundialmente conocidos. Los personajes se mantuvieron en la infancia siempre, pero la tira no cesó de madurar. Su éxito propició adaptaciones a la animación y toneladas de variado merchandising que procuraron a Schulz una fortuna, pese a la que siguió dibujando la serie hasta el final de su vida, e incluso entonces, cuando las fuerzas de Schulz flaqueaban y su trazo dudaba por los temblores de muñeca que padecía, Peanuts gozaba de una fuerza excepcionalmente genuina. La última tira, en la que se despedía de sus lectores y anunciaba su retiro, se publicaría, por avatares del destino, justo el día después de su muerte, en febrero de 2000.

Fuente: 
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 71 – 75.

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