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La BD: Grandes sagas y cómic de autor

En el mercado franco-belga, los modelos narrativos de Pilote y Metal Hurlant siguen totalmente vigentes. La gran mayoría de series de BD se prepublican en revista y posteriormente son recopiladas en álbumes de tapa dura y buen papel que consagran su contenido como material de coleccionista. En este sistema, se apuntala el poderío de editoriales como Dargaud, Glénat o Soleil. La aventura juvenil sigue asentada en los personajes clásicos, que gozan de excelente salud, mientras que la historieta adulta exploraba los caminos abiertos por Metal Hurlant con cómics de ciencia ficción, como las historias cortas de Caza o La foire aux inmortels (La feria de los inmortales) de Enki Bilal. Por supuesto, como vimos, Jodorowsky y Moebius siguieron produciendo obras tanto juntos –la saga de El incal– como por separado, y, de hecho, el segundo puede considerarse el autor francés clave de la década.

Pero al margen de la sci-fi, aparecieron nuevos géneros, y algunos ya existentes ganaron más presencia. El mejor ejemplo es el género histórico. Durante estos años aparecieron varias series con características similares: historias de época exquisitamente ambientadas, con una documentación exhaustiva y un dibujo realista muy cuidado y detallista, y con alguna gota de sexo que las diferenciaban de las publicaciones para niños. 

François Bourgeon es el autor de Les Passagers du vent (Los pasajeros del viento), una saga histórica que desarrolló en dos etapas, la primera en los ochenta y la segunda a fines de los 2000, que cuenta la historia de Isabel de Mamaye y Höel, dos jóvenes que recorren el mundo de finales del siglo XVIII, desde la Francia prerrevolucionaria al África negra. La impecable caracterización de los personajes, sumada al dibujo de Bourgeon y su ambientación perfecta – especialmente en lo que respecta a asuntos navales–, convirtió la serie en todo un éxito, que abriría la puerta a muchas otras de su estilo. 

Otro grande de la década es Hermann, un guionista y dibujante belga que ya había trabajado durante años en la revista Tintin, junto con Greg. Dos serán sus series de éxito: Jeremiah, encuadrada en la ciencia ficción posapocalíptica, y Les tours des Bois-Maury (Las torres de Bois-Maury), una serie histórica ambientada en la Alta Edad Media, centrada en los esfuerzos del caballero Aymar por recuperar sus tierras. La serie, que consta ya de quince álbumes y sigue su andadura, hace gala del minucioso dibujo de Hermann y de un excelente color, que la convierten en una de las BD más atractivas a nivel visual. 

El belga Jean van Hamme es un guionista fundamental, por su capacidad para reformular los géneros. Junto con el dibujante Grzegorz Rosinski creó Thorgal en 1977, una serie que contaba las aventuras de un vikingo y su familia. Aunque la ambientación es histórica y determinados álbumes pueden parecer de este género, lo cierto es que Thorgal está mucho más cerca de la fantasía heroica, ya que el protagonista desciende de un pueblo alienígena y sus hijos tienen poderes especiales. La influencia de Príncipe Valiente de Foster o de los cómics de Conan es muy clara, aunque Van Hamme la dota de8 una refrescante novedad: Thorgal no es un guerrero al uso, sino que abomina de la violencia, e incluso rechaza matar animales por puro deporte. Tan sólo quiere vivir en paz con su familia, algo que, por supuesto, se le niega una y otra vez, y es el principal motor de las historias. 

Poco después creó XIII junto con el dibujante William Vance, un thriller inspirado en las novelas de Bourne –mucho antes de que el personaje se pusiera de moda por sus películas– que protagoniza un hombre amnésico que intenta recobrar su memoria, y que por el camino se ve inmerso en una enorme conspiración política muy relacionada con su identidad. La serie concluyó en 2007, tras publicarse diecinueve álbumes, pero en los últimos años están editándose nuevos que funcionan como precuelas, aunque ya sin Van Hamme como guionista. 

Otro nombre ineludible de la BD más comercial fue Régis Loisel, conocido sobre todo por su saga de fantasía épica La Quete de l’Oiseau du Temps (La búsqueda del pájaro del tiempo) con guiones de Le Tendre y su reinvención del clásico de Barrie, Peter Pan, ya en los noventa. 

Ante la preeminencia del realismo, apareció en los ochenta una interesante corriente que intentó una vuelta a los orígenes del cómic franco-belga sin renunciar por ello al público adulto. Fue lo que Joost Swarte, autor neerlandés, definió como “línea clara”, un concepto que se refería tanto al estilo de dibujo sintético, con Hergé como gran referente, como al contenido, centrado sobre todo en la aventura. Al margen del propio Swarte, uno de los más importantes autores de la línea clara fue Yves Chaland, el autor de Les aventures de Freddy Lombard (Las aventuras de Freddy Lombard), una saga inspirada en Tintin con personajes viajando alrededor del mundo solucionando misterios. La prometedora carrera de Chaland se truncó en un accidente de tráfico en el que perdió la vida con tan sólo treinta años. 

Pero además de este mainstream de la BD basado en el virtuosismo gráfico y en los géneros clásicos, iban surgiendo propuestas alternativas que, sin romper con la industria, daban la réplica al cómic independiente que se estaba haciendo entonces en Estados Unidos y preludiaban el verdadero boom del cómic alternativo francés en los noventa. Dentro de esta tendencia, hay dos autores fundamentales. 

Jacques Tardi nace un año después del fin de la Segunda Guerra Mundial, y pasa sus primeros años en Alemania por ser hijo de un militar francés. Quizás por eso una postura claramente antibelicista está presente en su obra desde los inicios. En ellos, Tardi trabaja en colaboración con otros autores en Pilote, incluso con Jean Giraud. Alejado de la épica que siempre acompañaba al cómic de género bélico, Tardi se centra en los protagonistas anónimos, en los muertos sin glamour que deja cualquier conflicto armado. Su posición era tan radical en este sentido que Pilote le llegó a rechazar una historia por ello. Con el paso de los años y al alcanzar muy pronto su madurez como autor, con un estilo de dibujo a contracorriente y muy personal, se centrará en la Primera Guerra Mundial con varias obras maestras, como C’etait la guerra des tranchées (La guerra de las trincheras. 1914-1918) o Putain de guerre! (¡Puta guerra!). Realiza algunas incursiones en el género policiaco y desarrolla su única serie que sigue las reglas de la tradición franco-belga: Les Aventures extraordinaires d’Adèle Blanc-Sec (Las extraordinarias aventuras de Adèle Blanc-Sec). En los nueve álbumes publicados hasta la fecha, cuenta las aventuras con marcado sabor pulp de Adèle, una escritora de carácter fuerte e independiente en la Europa de comienzos de siglo XX. Como heroína, Adèle rompe con muchos de los tópicos asociados a los personajes femeninos en la BD, y se muestra crítica con la guerra y el patriotismo, en la línea de pensamiento de su creador. 

Aún en activo y en plena forma, Tardi se ha convertido en uno de los autores más importantes de Francia e inspiración para toda una generación de jóvenes que a partir de los noventa revolucionaron el mercado con su concepto de autoría y obra. Él, por su parte, se resiste a entrar en la cultura oficial y a ser reconocido por el poder: en 2013 rechazó la Legión de Honor, la máxima distinción otorgada en Francia. 

El belga Didier Comès comenzó su carrera de forma parecida a Tardi y a todos los autores de su generación, en realidad: publicando obras seriadas en revistas como Pilote y Tintin. Su estilo único, basado en un poderoso blanco y negro, y su visión del cómic adulto lo convirtieron muy pronto en un rara avis que huyó siempre de los mecanismos industriales –nunca tuvo un personaje icónico, por ejemplo– y acumuló hasta su muerte en 2013 una obra escasa, comparada con la de otros colegas, pero de extraordinaria calidad. En cómics como Silence (Silencio) o La Belette explora el mundo rural de la campiña francesa y lo cubre con una pátina de realismo mágico, a través del que abre la puerta al mundo de los espíritus y de lo sobrenatural. Tras un largo período de inactividad, volvió a la carga en los 2000, en los últimos años de su vida, con cómics como Dix de der (La útima partida), donde aplicaba su peculiar sentido del humor y su imaginario clásico a una historia de guerra profundamente antibelicista. 



Fuente:
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 244 – 251.

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