Sobre la fuga de talentos y autores superventas de finales de los noventa, la pregunta está clara: ¿Qué fue de Marvel y DC? Lógicamente, intentaron combatir las amenazas a su hegemonía como pudieron. En este caso, lanzando tantas nuevas series como pudieron para asfixiar al mercado, sin que importara demasiado la calidad de las mismas. Un puñado de nuevos guionistas y dibujantes dio un paso al frente antes de estar realmente preparados para suplir a las estrellas que se habían marchado, y el resultado fue una de las etapas más pobres creativamente hablando de ambas editoras, obsesionadas con imitar el estilo de Image. Y cuando eso no bastó, intentaron llamar la atención de los compradores a base de cross-overs y grandes maniobras comerciales, de las cuales, sin duda, la más recordada es la muerte de Superman y su sustitución por cuatro duplicados. No se queda atrás la rotura de la espalda de Batman, o la saga del clon de Spider-Man, donde se revelaba que el carismático personaje no era más que un duplicado creado genéticamente, aunque luego se diera marcha atrás ante la virulenta reacción de los fans. Los superhéroes tendían a ser más agresivos y violentos, en una banalización de las visiones de Moore y Miller. La necesidad de mano de obra urgente posibilitó la llegada a Marvel y DC de dibujantes que aportarían algo de aire fresco entre tanto imitador de estrellas. Por ejemplo, Joe Madureira se convertiría en uno de los favoritos de los fans con un estilo fuertemente influido por el manga, que revolucionó la serie de Uncanny X-Men. Los noventa fue la década del debut de los hermanos Andy y Adam Kubert, hijos del mítico Joe Kubert. También en esta década llegaron a ambas editoriales dibujantes españoles como Carlos Pacheco, Salvador Larroca y Pascual Ferry, los tres consolidados a día de hoy en el mercado estadounidense. En medio
del caos y la confusión, unos pocos nombres seguían siendo sinónimo de
historias bien construidas. Uno de ellos era Peter David, un guionista que ya
había dado muestras de su buen hacer con Spider-Man en los ochenta y que desde
1987 hasta 1998 llevó las riendas de The Incredible Hulk. Su personal sentido
del humor convirtió la cabecera en una serie de culto, si bien nunca estuvo
entre las más vendidas. Además, David se atrevió a tocar temas tan controvertidos
como la homosexualidad y el sida, tabúes en la industria de entonces. También
dejó su huella en X-Factor, dentro de Marvel, y en Supergirl, Young Justice y
Aquaman en DC.
Otro
nombre clave es el de Mark Waid, un guionista que estaba decidido a recuperar
el clasicismo que le gustaba como lector, la esencia de las buenas historias de
superhéroes de los setenta y ochenta. Su larga etapa en Flash, de DC, anunciaba
ya ese camino, que hacia los años finales de la década fue la tabla de
salvación para los dos gigantes editoriales, acosados, especialmente Marvel,
por unas malas condiciones económicas. Waid se encargó de Captain America en
dos etapas diferentes, y de personajes menores como Ka-zar, mientras que
Busiek, popular gracias a su trabajo en Marvels, una miniserie de cuatro
números, junto con el dibujante de estilo pictórico Alex Ross, relanzó series
clásicas como Avengers o Iron Man. En las mismas fechas volvía a Marvel Chris
Claremont para hacerse cargo de Fantastic Four y retomar poco después su
trabajo con los populares X Men. DC, por su parte, contraataca con series con
el mismo tono clásico, como Starman de James Robinson o Justice League of
America de Grant Morrison pero también adquiere el sello Wildstorm, propiedad de
Jim Lee.

Fuente:
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 279 – 283.
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