El principal artífice del cambio en Marvel fue Joe Quesada, dibujante que ya pasó por la editorial en los noventa y que se convertirá en editor jefe tras la experiencia de la línea Marvel Knights un par de años antes. Quesada tiene claro que hay que actualizar los personajes para el siglo XXI, y que eso pasa por renovar la plantilla de arriba abajo y dejar que entren autores con ideas nuevas que contar. Viejos conceptos como la continuidad no son importantes frente a la imperiosa necesidad de ofrecer contenidos adecuados a los adultos que ahora componen la gran masa lectora de Marvel, y por eso no tiene reparos en ofrecer algunas de las series más emblemáticas a autores que distaban mucho de ser expertos en su historia, pero que tenían amplia experiencia en campos ajenos, como el cine, la televisión, la literatura o el cómic independiente.
J. M. Straczynski, guionista de la teleserie Babylon 5, renovará The Amazing Spider-Man; Brian Michael Bendis, Daredevil y The Avengers; Grant Morrison, hasta ahora guionista estrella de DC Comics, hará lo propio con X-Men.
Por su parte, DC Comics se encomendó a los grandes eventos editoriales y a los cross-overs, diferentes Crisis que sacudían constantemente el universo de ficción. El guionista Geoff Johns, encargado de revitalizar a Green Lantern, acabo siendo el principal artífice de los grandes planes editoriales. El novelista Brad Meltzer fue contratado para guionizar Identity Crisis (Crisis de identidad), dibujada por Rag Morales, una serie que destapaba un gran secreto del pasado de la Liga de la Justicia y que oscureció sustancialmente el tono de casi todas las series de DC. Como si quisiera rebelarse contra ello, Grant Morrison dio vida, junto con Frank Quitely, a una de las mejores obras sobre Superman que se han escrito: All Star Superman, donde el héroe se muestra en su versión más pura y luminosa. El mismo guionista condujo una larga etapa del otro personaje estrella de la editorial, Batman.
En realidad, muchos de los cambios de Marvel y DC en los últimos años tienen su explicación en un suceso del mundo real: el atentado contra las torres del World Trade Center de Nueva York en septiembre de 2001. El ataque terrorista que conmocionó al país tuvo un impacto profundo en todas las manifestaciones culturales, y el cómic no fue una excepción. Hubo numerosos especiales de diferentes editoriales que recaudaban fondos para las víctimas, pero incluso las series regulares de Marvel reflejaron esto. Casi de inmediato, el recién llegado Straczynski y John Romita Jr. dedicaron un número de The Amazing Spider-Man al atentado, donde se hacía eco del discurso oficial de la presidencia y confrontaba la colorida ficción de unos héroes que habían salvado el mundo mil veces con la oscura realidad.
Como resultado de ese choque, la mayoría de las series ensayan un realismo relativo, que busca endurecer a sus superhéroes haciéndoles adoptar métodos más expeditivos. La destrucción masiva y la lucha contra grupos terroristas se convertirán en constantes. Esta tendencia llegará a su máxima expresión en la saga de Civil War (2006), en la que el guionista Mark Millar enfrenta a los héroes de Marvel en un violento conflicto con dos bandos: los que aprueban la decisión del gobierno de registrar y dirigir a todos los superhumanos, con Iron Man al frente, y los que lucharán por seguir siendo independientes y anónimos, con el Capitán América como líder. Como fondo de este cross-over está, obviamente, el debate de las libertades civiles frente a la seguridad nacional. En el marco de la saga, dos acontecimientos con amplia repercusión en la prensa internacional tendrán lugar: el desenmascaramiento público de Spider-Man –deshecho poco después gracias a un reinicio parcial del personaje– y la muerte del Capitán América, en una excelente etapa de su serie regular a cargo de Ed Brubaker.
En los últimos años, DC ha vuelto a revolucionar su universo con un nuevo reinicio del mismo, que arrancó en el evento The New 52, que consistió en el cierre de todas las cabeceras y la aparición de cincuenta y dos nuevas. Marvel, por su parte, multiplica las series protagonizadas por los Vengadores y los X-Men, sus dos franquicias más exitosas, pero además deja espacio para series más personales, donde sus autores puedan desarrollar sus historias con mayor libertad al estar exentos de participar en los grandes eventos, y casi siempre con estilos de dibujo poco frecuentes en el mainstream. Uno de los mejores ejemplos es Hawkeye (Ojo de Halcón), obra del guionista Matt Fraction y de los dibujantes españoles David Aja y Javier Pulido.
Con las
cifras de venta de los comic-books en su nivel más bajo de la historia, tanto
DC como Marvel parecen haberse encomendado al cine como máxima fuente de
ingresos. Tiene sentido, dado que la primera pertenece a Warner y la segunda a
Disney.
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 311 – 316.
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