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La novela gráfica estadounidense

El cómic estadounidense es la mejor muestra de la confluencia de generaciones. Ahí tenemos al maestro del underground, Robert Crumb, a quien tras años de carrera a sus espaldas no se le ocurre otra cosa que adaptar el Génesis bíblico en una extraordinaria novela gráfica que publicó en 2009, en un solo volumen y sin serialización previa, pues los días de las revistas parecen haber terminado, salvo contadas excepciones. Eddie Campbell, afincado en Australia, prosigue con su obra autobiográfica monumental, que alterna con proyectos más breves. Los hermanos Hernandez, Daniel Clowes, Charles Burns, Seth o Chester Brown siguen siendo los nombres más respetados del cómic adulto estadounidense, han publicado en los últimos años algunas de sus mejores obras. También es el caso de Chris Ware, buscador incansable de nuevos caminos, convertido en el faro de su generación. Su ansia experimentadora se explica mejor que de cualquier otra forma diciendo que su última creación es Building Stories (Fabricar historias), una caja que contiene multitud de tebeos en todos los formatos imaginables.

Por supuesto, en estos últimos años han ido apareciendo muchos jóvenes autores que, inspirados por los anteriores, han ayudado a forjar este gran momento. Uno de los más destacados es Craig Thompson, que saltó a la fama con Blankets, una obra de carácter autobiográfico en la que contaba varias experiencias de su adolescencia, incluido su primer amor, con un estilo gráfico elegante y rico en metáforas, y un tono lírico que consiguió atraer la atención del gran público. Tras un largo proceso de realización, Habibi, su segunda obra de calado, demuestra que el prometedor autor de Blankets se ha convertido en una realidad inapelable, con un relato entre lo histórico y lo mítico ambientado en el Próximo Oriente, donde indaga en la naturaleza del mito, la sexualidad y el amor. 

Otra autora que profundiza en su pasado familiar es Alison Bechdel. En Fun Home cuenta cómo descubrió su homosexualidad siendo una adolescente, mientras explora la difícil relación con su padre, homosexual a su vez en secreto. El libro atrajo la atención de los medios y la crítica literaria, y lo mismo sucedió con su segunda obra, Are you my mother? (¿Eres mi madre?), que en esta ocasión diseccionaba la relación con su madre en clave psicoanalista. 

También se ha prodigado el cómic costumbrista encuadrado en lo cotidiano, en el día a día de sus autores. A esta tendencia pertenecen dos nombres que comparten un dibujo alejado del buen acabado y de los cánones clásicos. El primero es James Kochalka, que desarrolló su saga American Elf entre 1998 y 2013 como un enorme diario personal, del que dibujó una página al día. El segundo es Jeffrey Brown que ha conseguido calar en un público que lejos de preocuparse por sus carencias técnicas, abraza su sinceridad directa. En la mayoría de sus obras relata su vida cotidiana, como Kochalka, aunque también ha encontrado todo un filón en los cómics sobre gatos. 

Otro de los grandes nombres del cambio de siglo, Joe Sacco, se dedica a hacer algo totalmente diferente. Sacco es un caso especial, porque no es ningún jovencito y, de hecho, ya dibujaba en los ochenta, por ejemplo, en American Splendor de Harvey Pekar. También se dedicó a dibujar cómics sobre el mundo del rock, una de sus pasiones. Pero en 1993 todo cambió con la publicación de Palestine (Palestina), una obra diferente a cualquier otra cosa que se hubiera visto antes, en la que Sacco contaba en viñetas su experiencia como reportero en la franja de Gaza. En los años siguientes, Sacco continúa explorando las posibilidades del cómic periodístico, y perfecciona su estilo y la manera en la que mostraba a sus lectores sus investigaciones. Safe Area Gorazde (Gorazde: zona protegida) mostraba la situación de la población civil de Bosnia tras la guerra de los Balcanes, y su gran obra maestra, Footnotes in Gaza (Notas al pie de Gaza), vuelve a Palestina para narrar la investigación de un crimen de guerra sin resolver. Los trabajos de Sacco le han valido el reconocimiento internacional, y aunque asegura renunciar a la objetividad, el rigor de su investigación y su pericia a la hora de convertirlas en cómics lo convierten en uno de los autores fundamentales de la actualidad. 

Por supuesto, la definitiva implantación de la novela gráfica adulta en el mercado no ha anulado otras corrientes del mismo. Los superhéroes de Marvel y DC siguen publicándose. Lo hacen ya sin lastrabas de la Comics Code, con tonos más adultos y realistas, recurriendo como siempre a grandes eventos editoriales y cross-overs para atraer la atención del fandom, que pese a ello es cada vez más reducido, y han encontrado la vía perfecta para llegar al gran público a través de otro medio: el cine. Otras editoriales más pequeñas compiten por una parcela de mercado con series de calidad variable, aunque algunas de ellas han dado cobijo a algunos de los más afamados guionistas y dibujantes del mainstream, cansados de lidiar con las dos grandes. Es el caso de Warren Ellis o Garth Ennis, que publican sus trabajos en Avatar, o de Alan Moore, que, harto del mercado del comicbook, publica con la pequeña Top Self The League of Extraordinary Gentlemen, junto con el dibujante Kevin O’Neil, una divertida relectura de los iconos de la cultura popular desde el siglo XIX hasta nuestros días. 


Fuente:
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 319 – 325.

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