También se ha incrementado el número de autores extranjeros que trabajan para editoriales francesas, por ejemplo, un buen puñado de españoles que desde fines de los ochenta, con la debacle del mercado autóctono, emigraron al país vecino para poder ganarse la vida con el dibujo. Es el caso de Sergio Bleda o Tirso Cons, o del binomio formado por José Robledo y Marcial Toledano, autores de Ken Games. El veterano guionista Felipe Hernández Cava y el dibujante Bartolomé Seguí publicaron Las serpientes ciegas. Pero, sin duda alguna, los más exitosos son Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales, creadores de Blacksad, una serie de género negro protagonizada por un carismático detective gato de los años cincuenta, y que tiene ventas millonarias y varios premios en su haber.
La nueva generación de autores nacida de L’Association se ha convertido a su vez en estrellas, y muchos de ellos han comenzado a publicar con las grandes editoriales, tras su ruptura con Menu, que sigue al frente de su proyecto. Sfar, David B. o Marjane Satrapi han conquistado el éxito comercial, pero lo han hecho bajo sus propios estándares, desde la libertad autoral y sin asumir los férreos cánones de la BD, que ahora, gracias a ellos, lo son un poco menos. Esto ha hecho posible que en la última década aparezcan nuevos autores que siguen sus pasos.
Christophe Blain inició su carrera profesional colaborando con algunos de los autores salidos de L’Association, como David B., o Trondheim y Sfar, con los que dibujó varios álbumes de La mazmorra. Es un virtuoso de un talento inmenso, pero alejado de los clásicos, cuyas obras en solitario son en un principio reinvenciones de los géneros tradicionales en clave iconoclasta. En Isaac le pirate (Isaac el pirata) revisa el género aventurero típico de la BD de los ochenta, mientras que en la posterior Gus hace lo propio con el western. Sus últimos trabajos van por derroteros completamente distintos, y destaca Quai d’Orsay, una sátira política centrada en la figura de Dominique de Villepin.
Otro de los más destacados y jóvenes autores es Bastien Vivès, que debutó con solamente veintidós años con su primera obra larga. Dotado, como Blain, de un enorme talento para el dibujo, no cesa de experimentar con él en cada nuevo tebeo. Sus cómics huyen del argumento elaborado y se centran en los sentimientos y las emociones. Le goût du chlor (El gusto del cloro), Amitié étroite (Amistad estrecha) o Polina puede ser lo más destacado hasta el momento de su abundante producción.
Fuente:
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 326 – 330.
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