Uno de los mejores ejemplos es el noruego Jason. Aunque empezó a publicar cómics en los ochenta, fue tras el cambio de siglo cuando su fama comenzó a crecer fuera del frío norte. Recurriendo a animales antropomórficos y con un estilo de dibujo pulcro, Jason dota de una dimensión extraña a sus relatos, muchos de los cuales juegan a la redefinición de géneros como el negro o la ciencia ficción. Aunque por mucho que sus tebeos tengan nombres tan marcianos como Yo maté a Adolf Hitler, El último mosquetero o Los hombres lobo de Montpellier, en realidad, lo importante es la exploración psicológica, que Jason aborda sin grandes discursos; de hecho, sus cómics son parcos en diálogos, o incluso, muchos de ellos, mudos. Sus personajes, inexpresivos a priori, acaban diciendo mucho más por lo que callan, y el silencio se convierte en la mejor arma del autor para construirlos.
Otro autor importante en estos últimos años, aunque más joven, es Frederik Peeters, un suizo que saltó a la fama en 2001 con la publicación de Pilules Bleues (Píldoras azules), uno de los tebeos que más ha influido en la llegada del cómic al público masivo. Se trata de una historia autobiográfica en la que Peeters cuenta su relación con una mujer seropositiva y su hijo, también enfermo. Su mirada está llena de sensibilidad, pero escapa de la sensiblería a través del humor y del realismo con el que afronta la convivencia cotidiana con el sida, al que despoja de tópicos desfasados. Sorprendentemente, tras Píldoras azules, Peeters opta por abandonar la línea de la autobiografía costumbrista y se lanza a los géneros puros y duros, que aborda sin el ánimo rupturista y posmoderno de otros autores de BD, pero manteniendo siempre su tono característico. En colaboración con un expolicía dibuja RG, una historia policíaca basada en hechos reales. Pero sus dos mayores éxitos tras Píldoras azules han sido Lupus y Aama, dos series de ciencia ficción con toques de slice of life.
Gipi es un extraordinario dibujante italiano, con un gran dominio de la lengua y una habilidad especial para mezclar autobiografía con ficción. Lo demuestra en cómics como S, Apuntes para una historia de guerra y sobre todo en Mi vida mal dibujada. Se alejó del medio para dedicarse al cine, pero recientemente ha vuelto a dibujar novelas gráficas.
Por último, nos acercaremos a otro de los fenómenos editoriales de la década: los libros de Guy Delisle. Aunque es de nacionalidad canadiense, Delisle ha publicado originalmente casi todos sus cómics en el mercado franco-belga de la mano de L’Association o Dargaud. Con un estilo sencillo y amable, ha contado sus experiencias en diferentes países del mundo acompañando a su mujer, colaboradora de Médicos sin Fronteras. Así, ha aportado a Occidente una mirada nueva y clarificadora de la vida en China (Shenzhen), Corea del Norte (Pyongyang) o Birmania (Crónicas birmanas).
Gerardo Vilches, “Breve historia del cómic”, Ed. Nowtilus Saber, p. 331 – 334.
Comentarios
Publicar un comentario