Códices mexicanos (Amoxtli, libro de pinturas).
Desde antes de la llegada de los europeos a México, ya existían los libros de pinturas, totalmente hechos a mano por expertos Tlacuilos, que pueden ajustarse a la definición de historieta pero no son consideradas como tales, ya que muchos consideran la historieta como un producto cultural de la modernidad industrial y política occidental que surgió en paralelo a la evolución de la prensa como primer medio de comunicación de masas, y buscan la primera historieta entre las reproducidas en ella.
Pero en los amoxtli mexicanos, como también en los manuscritos del antiguo Egipto, de Roma, Grecia, Babilonia e Israel, entre muchos otros más, las historias, relatos, reportes, inventarios, leyes, y asuntos diversos, podrían considerarse como libros de historietas o cómics. En México los amoxtli estaban llenos de símbolos con un sentido concreto, pero los tlacuilos también eran capaces de dibujar pensamientos abstractos, lo cual es, en efecto, lo que ahora muchos creadores de cómics intentan conseguir.
Los conceptos sobre el universo, e incluso el multiverso, ya estaban plasmados en las figuras de las cinco direcciones cósmicas; nada que ver con el concepto que tiene Thor, hijo de Odin, sobre el multiverso y su explicación en la serie de películas de los Avengers.
Concepciones como el Tonalpohualli y el consiguiente destino de cada persona, expuesto siglos después a través de religiones, sectas, ciencias del comportamiento, astrólogos, chamanes y afines, dieron pie a interpretaciones jungeanas y freudianas sobre la naturaleza humana. Que es uno de los contenidos más recurrentes en los cómics de todo tipo.
Desde los personajes arquetipícos del Memín: un pequeño afromexicano siempre de buen humor, con un amor incondicional para su Má linda; Carlangas, un pequeño rebelde bueno para las peleas callejeras, cuya madre tenía que trabajar en el oficio más antiguo del mundo, o al menos así se dejaba intuir en el argumento; Ernestillo, con un padre viudo, de oficio carpintero, quien era un padre bondadoso y lleno de humildad, hasta el amigo Ricardo, con una familia -por supuesto rica-, nos mantenían en vilo a través de varios fascículos que mostraban episodios cotidianos de la vida en México a mediados del siglo pasado. Hasta los cómics de estos tiempos, donde los súper héroes son capaces de vivir simultáneamente en diferentes mundos alternos, y todo por la módica cantidad de unos cuantos pesos.
Fuente:
Julio Edgar Méndez, “El cómic en México”, p. 1 – 3; disponible en julioedgarmendez.com
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