Tras la debacle del underground, podría cometerse el error de pensar que el cómic estadounidense se vio reducido, de nuevo, a su vertiente más comercial. Pero, en realidad, el underground había plantado una semilla que no tardó en germinar. A partir de finales de los setenta, siguiendo su ejemplo, comenzaron a surgir multitud de autores que vieron en la autoedición una vía válida para dibujar cómics al margen de las exigencias o la censura de la industria. Amparados y protegidos por nuevas editoriales, como la Fantagraphics de Kim Thompson y Gary Groth –conocidos por ser también los editores de The Comic Journal, una de las mejores revistas estadounidenses sobre cómics–, o First Comics, estos autores van a configurar lo que se ha llamado cómic independiente o alternativo. Estos jóvenes adoptaron el formato del comic-book en blanco y negro, por supuesto por una cuestión económica y de distribución, pero también porque, simplemente, así había sido todo el cómic que ellos habían conocido.